domingo, 16 de febrero de 2014

La Nueva Esclavitud


En nuestra feliz y opulenta sociedad europea
se habla constantemente de bienestar
de desarrollo, de libertad, de justicia,
de seguridad
de cultura,
como algo ya plenamente asentado
conseguido para nosotros y
para las generaciones futuras.

Pero no hacemos nada
para que algo no lo releve
un capitalismo liberado y triunfador
del Siglo XIX

Explotación inhumana
sin derechos y muchos deberes
con sueldos de subsistencia
con un único fin posible
la acumulación de capitales en manos de unos pocos
corruptores
a costa del sudor, del sufrimiento
del dolor
de personas que son tratadas peor que animales
sólo datos y números marginales
son fácilmente intercambiables
en un marco laboral desrregulado y depredador
donde el beneficio emprendedor
se sitúa en añadir cada vez más intermediarios
entre el capitalista y el proletario
se subcontrata y se subcontrata
arrancando derechos y valor
a quien es valor variable al mermarse los sueldos
y alargarse
las jornadas laborales

El trabajador,
se ve como un ser inferior
una situación
que saca lo peor
de víctimas de empresas corsarias
que cambian cada poco de nombre
para seguir con la evasión
cuyos dueños se convierten en triunfadores ignorantes
nuevos ricos, compradores compulsivos.

Plantados en esta tierra,
con sobornos y posición
que crecen
gracias a la propia mierda
que producen

Esta lamentable situación
en la que los gastos privados son socializados
mientras situaciones laborables perversas
convierten incluso leyes sociales favorables
en papel mojado

Crea
una horrible competitividad
con los compañeros de trabajo
la sombra terrible del miedo
a ser despedido
a hacer algo mal
a quejarse
que destruye la solidaridad
y la conciencia de clase.

Ser buenos chicos obedientes
sin prisa por ir al baño
volver a casa o descansar
hay algo mucho más importante:
La productividad, el dinero
al que entregamos nuestro bien más preciado
la salud
para perpetuar
esta nueva esclavitud
siendo al mismo tiempo
mercancía y consumidor
y no un ciudadano
buscando un mundo mejor.

Basado en GAFP (2007)

viernes, 10 de enero de 2014

Mientras ustedes están de fiesta, disculpen la intromisión

Nací hace veinte años y nunca supe de Manuel Alcántara hasta hace unas semanas. Nunca leí nada de él. Espero que mi edad sea suficiente disculpa. Pero ayer, observando la sonrisa de Teodoro León Gross en  aquel homenaje, me di cuenta de mi error. Era la suya una sonrisa sincera, tan plena que hasta él mismo dudaba de ella: sonreía primero a medias, después plenamente para luego a morderse los labios. Era una sonrisa tan alejada del gesto socarrón y altivo que le había asociado siempre que me despertó. Despertó mi yo interior. Tras siete horas de ponencias, cuarenta y cinco minutos de retraso y una siesta perdonada, observar esa mirada suya me hizo arriar las velas. Recobré la soltura pensante justo para escuchar a Manuel Alcántara. Bebí de él y me emborraché.

   Detrás y delante quedaron y quedaban columnistas, opinadores divertidos con los insultos que generan en las redes preguntándose qué hacer con los mendrugos de internet. Llevándose la cabeza a las manos (y no al contrario) a su manera, que es la ironía, por eso reían. Quejándose de que les ofenden por tan solo escribir su opinión, cuando el ser humano siempre se ha matado entre sí por sus opiniones. No sé de qué se sorprenden.  Más peligro, les digo, tiene un tipo con una piedra en la mano y un escudo en el pecho que otro tecleando sin mayúsculas ni acentos.

   Allí había gente sentada al lado de los próximos ponentes y ni lo sabían. Mientras otros, de académica presencia, habían estudiado la cuartilla sin emoción. Con la intención de hacerse ver y acercarse a unos referentes que están en ese otro escalón. Por eso triunfa Twitter, es la sala del rectorado donde se encuentran soñadores y soñados. Es como ir a un entrenamiento de fútbol, no vas a aprender los ejercicios que realizan, vas para conseguir que te firmen un autógrafo. Y aún se cuestionan, estos columnistas, por qué de Twitter.

   Preguntándose también por qué aquí pueden vivir de eso, de la columna,  y no así en otros países, cuando la verdadera respuesta es simplemente cuestión de caracteres. Que no serían nada si  no fuera por la pereza lectora del español y, perdonen todas estas generalizaciones, porque si yo no terminara ahora, ni mi madre me leería.